La catedrática de Fisiología Vegetal María Ángeles Pedreño y la doctora Ana Belén Sabater están en la punta de lanza de una ciencia agraria regional capaz de combinar un alto nivel internacional con una discordante falta de financiación. En estas líneas explican su trabajo y la visión del momento que atraviesa esta actividad.
–¿En qué consiste la investigación en la que están inmersas?
–Estamos finalizando las pruebas en campo con las lechugas de un proyecto financiado por la Fundación Séneca. Es una prueba de concepto en la que se ha elaborado un producto. En este caso se trata de un bioestimulante que favorece el crecimiento de las plantas, y que también las protege, en cierta medida, de las infecciones fúngicas. Se desarrolla en colaboración con la empresa Agrométodos, que se ha encargado del diseño del formulado y nos ayuda en los estudios en el campo. Otro proyecto que estamos desarrollando en colaboración con la empresa Semilleros del Sureste está financiado con fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación. Es una subvención concedida a la empresa a través del CDTI (siglas de Centro para el Desarrollo Tecnológico e Industrial) y que lleva asociado un contrato a nuestro grupo de investigación. Este proyecto también se basa en la obtención de formulados que actúan de estimulantes de los procesos de germinación y crecimiento de las plantas, en este caso plantas de la familia de las brásicas, como el brócoli, la coliflor, el colirrábano o la col.
Hay que reducir la precariedad y temporalidad de los contratos de los jóvenes científicos
–¿Qué aprovechamientos para el sector agro puede extraerse de esas investigaciones?
–Los dos proyectos fueron seleccionados para ser financiables por su innovación y su impacto social y económico. En los formulados se utilizan extractos procedentes de otras plantas (como el tomillo, la vid o la zanahoria, entre otros) que destacan por poseer un arsenal de compuestos de defensa que las hacen más resistentes a las condiciones climáticas desfavorables y las protegen del ataque de infecciones por hongos. Entre los resultados que estamos obteniendo destaca un adelanto de la germinación del brócoli, el colirrábano y la coliflor. También estamos observando un aumento de la tolerancia a condiciones desfavorables, fundamentalmente a la salinidad, en estas plantas tratadas y crecidas en el invernadero. Este adelanto en la germinación es beneficioso para el agricultor puesto que supone un adelanto de la puesta en el mercado de sus productos y la posibilidad de utilizar suelos salinos para el cultivo, que característicos de algunas zonas de nuestra Región. Estos cultivos de brásicas tratados con bioestimulantes también suponen un beneficio para el consumidor ya que al elevar las defensas en estas plantas no se requieren tratamientos químicos para combatir las plagas que acechan a los cultivos, lo se asemejan así a los cultivos ecológicos.
–¿Ha cambiado la pandemia nuestra visión de la ciencia?
– Fundamentalmente lo que ha cambiado es nuestra forma de vida. Ahora hay mayor conciencia por todo lo relacionado con la salud. Eso incluye a la alimentación. Una agricultura sostenible como la que se pretende alcanzar con el desarrollo de estos proyectos contribuye significativamente al bienestar de la sociedad. Es cierto que la sociedad valora mucho más la investigación, sobre todo la enfocada hacia la salud. Y también es destacable la importancia que la industria agroalimentaria le ha dado a la investigación, ya que en esta etapa postpandemia ha habido un mayor acercamiento de las empresas hacia los investigadores.
–En este contexto se habla de iniciativas encaminadas a incrementar las inversiones en ciencia. ¿Le suena sincero o cree que es mero marketing que no llegará a cambiar demasiado las cosas?
–Aunque es cierto que en las convocatorias de proyectos nacionales relacionados con la agricultura ha habido un incremento del presupuesto, este sigue siendo mucho más bajo que el asignado a las áreas relacionadas con la salud. El problema es que las iniciativas encaminadas a incrementar las inversiones en ciencia dependen de nuestros políticos, y por tanto muchas de ellas no llegan a implementarse por falta de consenso o por los cambios de pactos en el gobierno. Por eso, de momento, no hemos observado cambios significativos.
La financiación europea que se recibe para los estudios en el campo en agricultura es muy escasa
–¿Qué nos falta para conseguir financiar una buena ciencia?
–Por una parte, que la financiación de la ciencia sea considerada con independencia de los intereses políticos, sea cual sea el partido que gobierne el Estado o la Región. Tal y como muy bien describió nuestro vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica, José Manuel López Nicolás, en la entrega de los Premios Nacionales de Investigación «estamos ante una oportunidad histórica de hacer realidad algo que los científicos llevamos reclamando desde hace años y que nunca se ha logrado: la firma de un pacto de Estado por la ciencia que asegure, gobierne quien gobierne, la inversión en ciencia esté siempre asegurada». Por otro lado, es necesario que, en la reforma de la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, que se está llevando a cabo, se consiga estabilizar y retener a nuestros jóvenes científicos. Hay que reducir la precariedad y temporalidad de sus contratos. Ellos son nuestro relevo generacional y el futuro de la investigación en nuestros centros de investigación e universidades.
–¿Se encuentra realmente la Región de Murcia a la vanguardia de la investigación científica agraria mundial, como se escucha tanto?
– Creo que la Región de Murcia sí se encuentra en la vanguardia de las investigaciones científicas en el sector de la agricultura. Por lo menos a nivel de Europa. No solo hay una contribución potente por parte de las universidades públicas y privadas de la Región, sino que también contamos con centros de reconocido prestigio que están realizando avances relevantes en este sector, como el Cebas, y el Imida. Sin embargo, la financiación europea que se recibe para la realización de investigaciones en el campo de la agricultura es muy escasa. La razón no es que seamos poco competitivos. El problema reside en la necesidad del establecimiento de un buen consorcio de investigadores y de empresas que estén realmente interesadas en la investigación. Además necesitamos el apoyo de agentes o empresas que nos ayuden a realizar y presentar de forma atractiva este tipo de proyectos. A pesar de que contamos con una Oficina de Proyectos Europeos que nos ofrece información y asesoramiento, a los grupos de investigación de la Universidad de Murcia, sobre los aspectos relacionados con la participación en proyectos europeos.